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Mostrando entradas de julio, 2017

El gran valor del tiempo

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Manos de Jesús Marchal, Mª Carmen (su mujer ) y yo Gracias a que estamos en la época veraniega, puedes dedicar más tiempo a aquello o aquellos a los que consideras muy importantes en tu vida.  Esta máxima siempre la he procurado hacer, ya que, durante las otras épocas del año, el tiempo con el que dispongo para las cosas importantes es muy limitado. Intento compensar ésta limitación para que al final del año pueda tener la sensación de tener la balanza equilibrada y pensar que he dedicado tiempo a lo más importante en mi vida. Tenemos la mala costumbre de no valorar el tiempo que los demás nos dedican.  Una conversación, un abrazo, una sonrisa, un cómo te encuentras, un “lo hago porque sé que te gustaría” o simplemente un gesto de acompañamiento.  Mi tiempo dedicado a mis amigos, más "AMIGOS ", se vuelve importante cuando por ejemplo, gracias a ellos, el día puede comenzar con una sonrisa porque...

¿Quieres volar?, vuela.

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¿Quieres volar?, vuela. Miras a tus pies y dejas atrás  el camino de tierra andado, frente a ellos la nada, el todo, la oportunidad, la renuncia. ¿A dónde ir, a dónde no ir?. Te dices a ti mismo que no es el momento, que aún te falta un poco para estar lo suficientemente preparado, que quieres hacerlo bien, que no quieres equivocarte,  que no es bueno precipitarse… ¿Precipitarse?,  ¿Cuanto tiempo llevas guardando equilibrio  sobre un pie para no dar ese paso ansiado?. No te estás precipitando,  en realidad estás paralizado. No vas ni a un lado ni al otro, ni hacia delante ni hacia atrás. Dices que tienes un sueño, que lo vas a hacer, seguro, pero que cuando lo hagas lo quieres hacer bien. Estás en ello, preparándote, en el camino de hacerlo bien, y eso te permite sentirte tranquilo contigo mismo. Pero hay momentos y momentos, y pasas de la tranquilidad al reproche, a la prisa, y te dices que ya llevas demasiado tiempo en ello. Después de la tempes...

... VENGAN A MÍ... YO LOS ALIVIARÉ

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Mateo 11, 25-26 . "Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré"  ¡Cuántas veces la causa de nuestras angustias, problemas, temores y desalientos somos nosotros mismos! Yo diría que ésta es siempre la verdadera causa de nuestros sufrimientos íntimos: la falta de humildad, que es autosuficiencia, orgullo, deseo de poder y del aprecio de los demás; o, simplemente, el no querer aceptar nuestra debilidad, nuestra fragilidad y los propios límites. Todos queremos sentirnos fuertes, poderosos, capaces y, sobre todo, nos gusta dar esa imagen de nosotros mismos a los demás. Y, cuando experimentamos ese sentimiento de debilidad que no aceptamos, es cuando nos viene toda esa agonía y esa tormenta interior que no nos permite ser lo que realmente somos. Sufrimos, nos rebelamos, agonizamos, pero no damos el brazo a torcer. Ésta es, tristemente, la cultura en la que hemos nacido y vivimos: no manifestar nunca nuestra debilidad. Y si a esto se suma cierto “ma...